El grupo Carso, de la multimillonaria familia Slim, ha avanzado en la adquisición de activos petroleros con el visto bueno del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Carso consolida un objetivo que se trazó desde el anuncio de la reforma energética. Casi una década después, con la compra de activos en fases avanzadas, el conglomerado de Carlos Slim se está convirtiendo en un competidor cada vez más importante del mercado petrolero, que parecía estático con el cierre de facto a las inversiones privadas.
La compañía se ha hecho con dos participaciones en empresas privadas con acciones en el campo Zama, el principal activo en el que se basan las previsiones favorables sobre un aumento en la producción petrolera. Y ha anunciado la compra de Petrobal, la petrolera de Grupo Bal fundada a la par de la aprobación de la reforma.
Las primeras áreas por licitar ya se habían anunciado a pocos meses del arranque de la reforma energética. Las petroleras privadas, sobre todo, extranjeras, querían hacerse con los bloques que no habían sido explorados por Pemex.
Las extranjeras tenían más posibilidades de ganar algún campo al sumar experiencia en la exploración y producción de crudo; los gigantes como Shell, British Petroleum y Repsol se sumaron. Las empresas mexicanas tenían una probabilidad menor porque nunca habían operado la totalidad de uno de estos activos, su acercamiento era de la mano de Pemex, que las contrataba para perforación de pozos y operación o mantenimiento de plataformas. Entre estas últimas estaba Carso.
Carso Oil & Gas buscó hacerse con la mayor cantidad de campos que podía. Era la primera vez que a las empresas privadas se les permitía el acceso completo al negocio y quería aprovecharlo. La directiva de Carso vio que la oferta era muy amplia y la apuesta debía serlo. Entonces, las limitaciones de capital y de experiencia aparecieron.
La compañía se decidió por explorar la cartera de proyectos en tierra ubicados en el sur del país y otros inconvenientes llegaron: el costo de asumirlos era demasiado y renunció a la mayoría de los activos seleccionados, cuenta un consultor contratado para el proceso.
“En el análisis encontramos muchísimas cosas que no les convencían, pasivos ambientales, temas de obras no ejecutadas o a medias, contaminación y, sobre todo, muchos pasivos sociales. Eso detonó que se hiciera un análisis más preciso en cuanto a lo económico y técnico, que no salió favorable. Entonces decidieron no entrar a todas las licitaciones”, dice la fuente.
La energética se anotó a la puja de 10 activos potenciales productores de gas y petróleo, pero sólo obtuvo dos: los bloques 12 y 13, ubicados en el Cinturón Plegado de Chiapas y en la Salina del Istmo de Veracruz.
Las ofertas presentadas por la mexicana no superaron en criterios técnicos a las otras, pero Carso ofreció más de 19 millones de dólares en ambos procesos como pago de desempate y así se hizo con los activos, que tienen expectativas de producir petróleo ligero, pero que aún están en fase exploratoria.
La Comisión Nacional de Hidrocarburos ha concedido a Carso prórrogas para continuar explorando los campos en tierra y ya ha invertido alrededor de 30 de los poco más de 100 millones de dólares comprometidos, según información del regulador; pero la producción aún no está asegurada.
La incursión energética
Las últimas adquisiciones llevarán a Carso a desempeñar un papel importante en el sector petrolero, pero ya antes había participado en otros negocios, como constructor y operador de gasoductos para la estatal CFE. Es dueña de dos hidroeléctricas en Panamá y participa en la exploración de recursos geotérmicos en México; opera dos bloques petroleros en Colombia y es contratista de Pemex para la perforación de pozos y construcción de plataformas.
El paso más recordado de Carlos Slim en el sector se dio en una de las conferencias matutinas del presidente Andrés Manuel López Obrador. Carso fue parte de una de las primeras sacudidas de este gobierno al mercado energético. Era 2019 y el anuncio sobre la renegociación del contrato de siete gasoductos –incluido uno del conglomerado– para lograr mejores tarifas para la CFE llevaron al presidente a un primer enfrentamiento con el sector privado; pero un apretón de manos entre el mandatario y el empresario selló, en agosto de ese año, el fin del conflicto.
En diciembre pasado, la CFE y Carso anunciaron la construcción de un nuevo gasoducto en el norte del país que tendrá a Mexicali, Baja California, como punto de destino. La compañía de Slim se ha convertido en una de las pocas que ha logrado cerrar negocios con la administración obradorista, con la que ha obtenido al menos dos contratos de Pemex para la construcción de plataformas y la terminación de pozos petroleros, por más de 250 millones de dólares.
Carso Energy, la filial que agrupa el negocio de gas, tiene tres gasoductos principales: la totalidad del Samalayuca-Sásabe y el 51% de participación en el Waha-Presidio y Waha San Elizario, en Estados Unidos. También es accionista de una de las refinerías de la estadounidense PBF Energy.
Carso Energy cerró 2022 –el dato anual más reciente– con ventas por 4,115 millones de pesos, un aumento del 37.4% respecto a un año antes.
Las adquisiciones recientes
Carso llevaba varios años buscando expandir su negocio de exploración y producción de petróleo en Latinoamérica, dicen dos analistas de la industria. Pero decidió quedarse en suelo local y enfocarse en dos proyectos resultantes de la reforma energética: el campo Zama, el primer yacimiento petrolero descubierto por la industria privada y que dentro de su historial guarda un enfrentamiento entre Pemex y los privados por hacerse con su operación; y los campos Ichalkil y Pokoch, ganados por Fieldwood –que después vendió su participación a la rusa Lukoil– y la mexicana Petrobal, y de los únicos activos productores de petróleo en manos de los privados.
“La compra ha sido estratégica, con activos de alto nivel. Se hicieron con el 50% de dos campos que ya están produciendo –Ichalkil y Pokoch– y Zama, que es aún un campo en desarrollo, pero que es el más importante para México. Todo eso es un indicador muy claro de que ellos ya van a jugar muy fuerte en el mercado de petróleo y gas”, dice John Padilla, director de la consultora IPD Latinoamérica, con sede en Colombia.
“Estas compras le van a dar una plataforma muy fuerte para expandir su negocio de upstream como lo estaban buscando, porque hasta ahora era sólo un jugador menor en la industria”, añade.
Carso cerró en septiembre la compra del 49.9% de la filial en México de la estadounidense Talos Energy, compañía que había mantenido
Pero mientras esta compra se anunció de manera pública, Control Empresarial de Capitales –de Grupo Carso– se hizo con el 5.1% de la inglesa Harbour Energy por 115 mdd, segúnconflictos con Pemex por Zama y que incluso abrió la posibilidad de un arbitraje internacional después de que la Secretaría de Energía dio la operación del campo a la estatal.
Zamajal, la filial creada por Carso para estos nuevos proyectos, acordó pagar 124.7 millones de dólares por hacerse con casi la mitad de la participación de Talos en México, que tiene como único activo a Zama. El acuerdo incluye que una parte del pago se hará cuando el activo reporte su primera producción, planeada para el año próximo, según el plan aprobado por el regulador.
Talos y Carso son dos viejos conocidos: participaron juntos en la presentación de dos ofertas durante la ronda 1.2, aunque no obtuvieron los bloques. La compra da al conglomerado alrededor del 8% de la participación en Zama.
Pero mientras esta compra se anunció de manera pública, Control Empresarial de Capitales –de Grupo Carso– se hizo con el 5.1% de la inglesa Harbour Energy por 115 millones de dólares, según Bloomberg. La compañía apareció por primera vez en la lista de accionistas de la petrolera en octubre pasado.
Así, la familia Slim se hizo con un porcentaje de Harbour, el participante privado con más acciones en Zama y que recientemente anunció la adquisición del 100% de la alemana Wintershall Dea, que también es accionista del campo. Harbour sumará poco más del 32% en el megayacimiento. Un porcentaje de esto último será de Carso.
Además, el conglomerado metió el acelerador durante la última mitad del año y en diciembre anunció la compra total de Petrobal, la petrolera de Grupo Bal, de la familia Baillères. La adquisición, valuada en 530 mdd, da a Carso el 50% de los campos de petróleo Ichalkil y Pokoch, de los pocos licitados durante el ejercicio de las reformas que ya reportan producción.
Las compras no le darán a Carso un papel como operador de los campos, sino que lo mantendrán como socio financiero y con un asiento en el consejo de administración. Pero, por ahora, dicen los analistas, eso será suficiente. “No hay mucha lógica de ser parte del proyecto sólo por ser un socio financiero, no tendría razón de ser si es que ellos pueden invertir en muchos más proyectos y sectores. La idea detrás es otra, es vender esa experiencia después y decir entonces que ya se sentó a la mesa con los grandes”.
Entre esos grandes, Carso es aún una especie de novato en la industria, pero el que se asoma para ser pronto un gigante del mercado ya ha dado sus primeros pasos.
Con información de EXPANSIÓN